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Colección Mi Memoria entre selección mejores libros 2022 de Adolfo Córdova


¡Leer y bailar hasta que amanezca!

Tradición oral, música y poesía en libros de Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Cuba, México y España.

1. ¡Que llueva, que llueva!

Raquel Echenique. Fundación Integra y Ediciones Liebre, 2020. Chile. Descarga gratuita.

Hasta las montañas parecen ondularse con el viento que anuncia la lluvia. Forman una cordillera de narices que apunta al cielo olfateando un nubarrón. También la viejita se asoma por la ventana de su cueva, «¡qué llueva! ¡qué llueva!», ya es hora, «los pajaritos cantan, la luna se levanta».

Todo indica que presenciaremos un ritual de baño. La anciana, de mandil, collar de perlas y botas de hule, saca de su cueva una tina con rueditas. La acompañan tres aves: un loro tricahue, se adelanta con la toalla; una bandurria, carga en el pico el jabón; y un Tero, demorado, que llega en la página siguiente con una cubeta. Ahí viene también el perro labrador. Mientras la anciana se desviste, «que sí, que no», el perro le canta.

Ya listos, se relajan con el viento de agua, disfrutan la espera. Se ha sumado una ranita curiosa que observaba la escena desde el principio, como nosotres, y ahora se esconde en el interior del balde.



Pero el baño de lluvia se torna diluvio, y la tina, arca. Han de navegar dando un concierto, libres y felices… y sin que a nadie le toque un sartenazo por desafinar, aunque así lo advierta la canción.




Un álbum para la primera infancia protagonizado por la tercera edad. El contraste, siempre llamativo, podría pensarse alegórico: una canción viejita en una aventura nueva.

Raquel Echenique, quien ya había demostrado su maestría para ilustrar poesía y dibujar aves en Diez pájaros en mi ventana de Felipe Munita (Ekaré Sur, 2016), aquí prueba un trazo menos fino y silencioso, más juguetón y figurativo, aunque no tan detallado como en su Vuelo de pájaros americanos (Amanuta, 2018).

Uno de sus grandes aciertos es el ensamble de personajes: un colectivo de rostros entrañables que entran y salen de la escena sin perder nunca su armonía, sólo la ropa. Otro acierto: mostrar la desnudez de la anciana (algo que en un mercado editorial infantil como el estadounidense hubiera sido impensable y que en Latinoamérica tampoco es tan común), un clímax (muy climático) fiel al personaje dichoso y navegante que Echenique ha dibujado con tanto amor y con el que las editoras se la han jugado.

Ese final es resultado de una secuencia narrativa clara que aprovecha todo el espacio sin contar que deja la canción de tradición oral y que termina ganando autonomía sobre ésta. La ilustración primero nos complace con una relación literal con el texto: vemos lo que se canta, pero, progresivamente, se problematiza esa relación y la linealidad se torna un zigzag que, como el rayo que cae, quiebra todo orden.

El álbum podría existir sin el texto, pero es más rico que coexistan, que consiga hacernos mirar con flexibilidad y juego a la tradición.



Esta es una de las principales apuestas de «Mi memoria», la colección de diez libros a los que pertenece ¡Que llueva! ¡Que llueva!, un proyecto solicitado por la Fundación Integra (Red de Salas Cuna y Jardines Infantiles del Gobierno de Chile) al pionero Manuel Peña Muñoz, quien hace 40 años publicara ya Para saber y cantar, el libro del folklore infantil chileno (Cerro Huelén, 1983), y ejecutado en complicidad con Mónica Bombal y Paloma Valdivia de Ediciones Liebre.

Cada libro viene acompañado de la canción y el video, y todo se puede descargar, escuchar y visualizar gratuitamente aquí. Igual que sucede con las narrativas gráficas, las propuestas musicales son muy variadas y reimaginan las canciones con otros ritmos: rock, ska, reggae, pop, synth-pop, un arrullo sinfónico y hasta una cumbia chilena en En alta mar:


También son muy provechosos tres libros complementarios de la colección: Como me lo contaron te lo cuento y no lo invento. Para cantar y jugar en familia I y II y Como me lo contaron te lo cuento y no lo invento. Antología de folklore para equipos pedagógicos de Peña Muñoz. Allí se expande el universo lírico de tradición oral infantil de cada libro con más arrullos, cuentos de nunca acabar, canciones para pedir la lluvia, rimas de sorteo, coplas, colmos, romances, trabalenguas, adivinanzas, rondas, juegos de prenda, refranes, cuentos de tradición oral mapuche y Rapa Nui y más.



Siempre acompañados de un comentario histórico y descriptivo de Manuel, y todo precedido por un prólogo en el que destaca el valor de la antología y recuerda a su mentora Carmen Bravo-Villasante y a la Premio Nobel, Gabriela Mistral, que decía: “Folklore, mucho folklore, será todo el que se pueda que será el que se quiera. Se trata del momento en que el niño pasa de las rodillas mujeriles al seco banco escolar y todo alimento que se le allegue debe tener color y olor a aquellas leches de anteayer”.

Recientemente Manuel también publicó otros dos grandes aliados para mediadores: Cuentos junto al fogón, ilustrado por Patricia González (SM, 2022, Chile) y El cuento de hadas. Del relato oral al cuento de autor (Casa Contada Editorial, 2021, Chile).



¡Que llueva! ¡Que llueva! me atrajo especialmente por cuánto lo disfrutó mi abuela cuando lo leímos en mi computadora (¡no podía creer que la ancianita saliera encuerada!, una sorpresa liberadora que la hizo reír) y por mi gusto por las historias que retratan a ancianos y ancianas que ya he abordado en entradas como Cuando infancia y vejez se leen juntas. Aunque este álbum propone formas de envejecer que no involucran el rol de ser abuela, una valiosa perspectiva feminista que he señalado en otras entradas. Tengo pendiente escribir una donde también se aborde la violencia de envejecer: roles, borramientos, mandatos cumplidos o no cumplidos, el cuerpo de la mujer/belleza normada…

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